El primer caso documentado de venta de agua mineral embotellada se registra en 1767. Este producto, vendido en botellas de vidrio por Jackson’s Spa en Boston, se ofertó como un producto terapéutico.

Pero, el agua embotellada no tuvo su máximo apogeo en Estados Unidos hasta 1977. La clave: una campaña publicitaria de la francesa marca Perrier, que llevaba el eslogan: “El primer refresco de la tierra”.

Desde entonces hasta ahora, este producto ha vivido toda una revolución. El año pasado, según una investigación elaborada por The Guardian, se vendieron más de 480 mil millones de botellas de plástico en todo el mundo.


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Una cifras que fueron posibles gracias a la introducción de un polietileno más fuerte y de una mayor densidad, en la década de los 60. Posteriormente, el desarrollo de botellas de tereftalato de polietileno (PET) en 1973, permitió contener bebidas gaseosas como cola y agua carbonatada.

Los expertos han advertido que si estos hábitos de consumo continúan, las ventas anuales de botellas de plástico llegarán a medio billón en 2021. Un hecho devastador para el medio ambiente, ya que se necesita más agua para producir una botella de agua de plástico que la que ésta puede transportar. Además, se estima que producir una tonelada de plástico PET produce tres toneladas de dióxido de carbono.

Sin embargo, estas cifras no son malas para la economía de las grandes compañías de refrescos. Puesto que son los mayores productores de agua embotellada en el mundo. Por ejemplo, Coca-Cola es propietaria de Dasani, PepsiCo tiene Aquafina, mientras que Nestle posee Pure Life y Poland Spring, entre otras.